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domingo, 11 de noviembre de 2012

Las leyes de Parkinson aplicadas a la vida cotidiana


Las leyes de Parkinson aplicadas a la vida cotidiana
De Silvana Pandolfi

Si llevamos estas leyes a la vida diaria podríamos asumir una máxima generalizadora: “El trabajo se expande hasta ocupar todo el tiempo disponible; más tiempo se tiene a disposición, mayor es el trabajo, más importante y más esfuerzo requiere”. O en palabras mucho más sencillas: “más tiempo tienes, más tiempo malgastas”.

Así, la primera reflexión a la cual conducen las leyes de Parkinson consiste en preguntarnos si realmente todas las actividades que realizamos cotidianamente nos resultan importantes y cuáles de ellas podríamos eliminar en aras de tener más tiempo para dedicarlo a otras tareas que nos resulten más significativas y placenteras.

La segunda ley de Parkinson nos llevaría a preguntarnos si realmente necesitamos todo lo que tenemos o, lo que es aún más importante: si necesitamos todo lo que deseamos. Esta sociedad de consumo ha creado muchísimos bienes que no son imprescindibles y ni tan siquiera necesarios. No obstante, no nos percatamos de ello y seguimos trabajando para comprar cosas del todo inútiles. En vez de ello, ¿no sería mejor invertir ese dinero en crear momentos inolvidables con las personas que queremos? ¿no sería mejor ahorrarlo y así poder darnos el lujo de trabajar menos y dedicarle más tiempo a nuestras verdaderas pasiones?

Finalmente, la tercera ley de Parkinson nos recalca lo mal que usamos nuestro tiempo. Detente un momento y piensa cuáles son las tres cosas más importantes de tu vida. Ahora pregúntate cuánto tiempo al día le dedicas a las mismas. Normalmente pasamos una gran parte del día realizando tareas que no nos resultan significativas ni placenteras mientras que las cosas verdaderamente esenciales ocupan un lugar muy pequeño en nuestra agenda.

Por supuesto, en este punto muchos pensarán que es imposible cambiar ya que la sociedad ejerce un fuerte influjo sobre cada uno de nosotros. Y tienen razón pero debemos recordar que las cosas ejercerán el poder que nosotros mismos le hemos conferido.

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